Recorrí Montparnasse con la nostalgia de quien acaba de perder un amigo de toda la vida. Encontré en su tumba boletos de colectivo de Buenos Aires, un mate y poemas. Deje caer mis lagrimas sobre el mármol negro.
“El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente”
Su manera de escribir sobre el amor y la muerte, sereno, directo, alejado de la formalidad, con un lenguaje casi musical, y su voz mal llamada afrancesada, su simpleza, su humildad.
Me enamoró en esa época donde el amor era para mi fatalmente trágico.
Casi como una biblia, leía una y otra vez Rayuela, y viajaba a Paris, transitaba sus calles, recorría librerías, acariciaba un gato, escuchaba discos de pasta, cruzaba puentes, fumaba cigarros y me imaginaba mirándome interminablemente al espejo Julio Cortázar nació en Bruselas, el 26 de agosto de 1914, como podría haber nacido en cualquier lugar del mundo. Vivió en Bélgica, Zúrich, Barcelona. Su padre, funcionario argentino, había sido enviado a la embajada de Bélgica, y el inicio de la Primera Guerra mundial, los demora más de lo previsto en Europa. Cuando tan solo tenía 4 años su familia vuelve a Buenos Aires. Aprendió a hablar en francés, de ahí su forma tan peculiar de hablar a pesar de pasar toda su infancia y juventud en Argentina.
Sentí un paralelismo, una identificación absoluta con su personalidad y su historia. Yo también podría a haber nacido en cualquier lado. Al comenzar la dictadura, mis padres deciden mudarse a un pueblo, lejos de la gran ciudad. Las playas y el olor a sal de la infancia, también era para mí un sentimiento onírico tan hermoso como confuso. De mi pueblo solo me quedaba el sonido del mar en un gran caracol que cargue en mi valija.
Tras completar sus estudios secundarios, estudio Letras. Nunca logro un título universitario. Fue maestro en escuelas rurales, y dicto clases en la universidad de Mendoza.
Pasaron muchos años desde la primera vez que leí uno de sus libros, hasta que pude cómpralos. Eran tiempos difíciles y uno no podía darse el lujo de adquirir algo por placer.
Se fue de Buenos Aires en 1951. No sintió el exilio hasta que llego la dictadura a la Argentina. Exilio que para mí tiene sabor a desarraigo, arrancado de raíz y sangrante.
Cortázar ya había publicado; Presencia, Los Reyes, Bestiario. Pero es con Rayuela y en Paris, donde se consagra como uno de los principales escritores del llamado boom de la literatura latinoamericana.
Cuando llegue a Buenos Aires tropecé con un paraguas roto en la calle, lo guarde. Nunca tuve el valor de tirarlo, ni encontré el lugar indicado para llevarlo a morir dignamente.
Creo que los dos amábamos Buenos Aires con el mismo amor, ese amor que siente alguien al hallarse contenido, cobijado
También estuve un tiempo “viviendo de prestado, haciendo lo que otros hacen y viendo lo que otros ven”. Saber que él había pasado por tantas cosas similares a las que me estaban pasando. Él, que para mí era el único Dios en quien podía creer, y su Rayuela mi biblia, me hacía soñar y creer que yo también podía.
Sus recuerdos de Banfield, al que llama “un pueblo con gente a caballo, calles de tierra, y pésima iluminación; que favorecía el amor y la delincuencia” me hicieron viajar de regreso a mi infancia, cuando ya instalada en Buenos Aires lo leía desde otra óptica, con otros ojos.
Era un hombre pacifico, con una mirada mágica, solitario y con culpa. Culpa que también compartíamos.
“En grandes reuniones, hay un minuto que mi cabeza dice: ¿porque no estás solo en tu casa leyendo un libro?” eso decía. Y yo también decía.
“Los libros son el único lugar de la casa donde uno puede estar tranquilo”
Tenía un gran compromiso con América latina “Somos cocteles humanos. Cuando la fusión de raza sea mayor, más podremos eliminar los patrioterismo y nacionalismos absurdos” Escribió artículos como Dossier Chile: el libro negro, y Nicaragua, tan violentamente dulce.
“Tengo muy pocas ideas, no se pensar. Veo cosas” ¡Yo no podía escribir como Cortázar, quien pudiera?! Pero quizás llegaría a retratar esas cosas que también veía. Me quedan sus libros y la foto de Sara Facio. Las calle de Paris, y la sensación de haberlo conocido. Lo fantástico y lo real que se entrecruzan, lo irracional. La explicación del miedo en el estado más puro, plasmada en un cuento que surgen como resultado de una pesadilla. Me quedo su magia. Dicen que el día que murió, en Buenos Aires hubo una invasión de mariposas.
“Para mí la muerte es un escándalo. Es el gran escándalo. Es el verdadero escándalo. Yo creo que no deberíamos morir y que la única ventaja que los animales tienen sobre nosotros es que ellos ignoran la muerte”.
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